Pastel con melocotón y frambuesas con streusel

He oído en una entrevista anoséquien que el sistema escolar estar construido para premiar a los imbéciles. Por un momento reflexioné y me dije "pues sí, tiene sentido". Dos segundos después, me pareció una chorrada. Y ahora, después de mascar la idea me parece que a veces sí y a veces no. Creo que el sistema escolar es bastante sectario a grosso modo. Los profesores y los padres enfrentados desde hace décadas; los docentes que llegan con nuevas ideas son vapuleados por los veteranos que no quieren ni oír hablar de pavadas; los chicos, como siempre -por los siglos de los siglos- hartos y agobiados porque sienten que no tienen control ninguno sobre sus vidas, sus pensamientos y sus deseos. "Haz lo que te digo y no lo que hago" sigue siendo la premisa universal aunque la mona se vista de seda, de vinilo, con los pelos de colores o vaya de woke por el mundo...

Anda que no ha avanzado la psicología y no seré yo quien diga que no hay voluntad por humanizar a los críos dejándoles formarse un poco más a su aire y no como soldaditos obedientes preparándose para ser buenos trabajadores en el futuro con el fin de trabajar mucho y protestar menos. No digo que no, pero desde luego veo muchas taras por muchos sitios.

El otro día me acordé de un suceso del que nunca hablé a mis padres porque lo había olvidado por completo. Borrado absoluto del disco duro: era 2º EGB, mi tutora era una canalla con todas las letras; colegio de niñas; a mí se me caían sin querer los calcetines, mis rodillas por arte de magia siempre estaba sucias -igual que mis uñas- y perdía el lazo de la coleta a saber cómo porque yo nunca adiviné el modus operandi de tales agravios. De verdad, me esforzaba muchísimo ya que era de esa clase de niñas de familia numerosa a quien le encantaban los halagos en plan "Uy qué niña tan buena y tan lista". Pero nones. "Qué desastrosa" "qué marimacho" "aprende de tus compañeras" "cómo te permite tu madre venir así" etc. etc. etc.

El caso es que yo soñaba con tener una hermanita y en mi casa solo nacían chicarrones. Yo estaba desolada porque por aquella época las desgracias eran castigos divinos por ser mala -eso nos contaban- así que me miraba los lamparones del pichi y hacía plegarias al cielo en plan "Jesusito de mi vida que eres niño como yo, hazle entender a tu papá que algunos niños somos así de puro sin querer".
Y claro, tuvo que pasar: a una compañerita le nació una hermana. La profe pidió un aplauso y toda la clase respondió con fervor, menos yo. No sentía rabia exactamente, era como una envidia horrible teñida de dolor. Y en ese trance solté: "Pues mi mamá ha tenido gemelas". Me arrepentí tal cual lo solté. Dios ya no me iba a dirigir la palabra jamás y le necesitaba para que ayudara a mantener los zapatos limpios y la cartera en orden. Confié en que la clase olvidara pronto la bola que les acaba de meter pero la muy zo-rra de la profe cada día me preguntaba por ellas con un tonito burlón que hacía reír a toda la clase. Y claro, entre vergüenza y bochorno la mentira fue aumentando porque yo le seguía el rollo contra mi voluntad pero qué quieres, no sabía salir de la emboscada.

Cansada de mentir y de ese agobio diario, cuando la muy malvada me preguntó de nuevo por las nenas añadiendo "dile a mamá que venga a enseñarnos a las bebes" no supe salir dignamente de ese pozo y contesté: ·No, mi mamá está muy triste porque se han muerto". Bueno, la que me montó la tipa: me llamó cruel, perversa y no sé que más. Yo estaba en shock, pero mira, sentí alivio ante la perspectiva de no tener que mentir más. Pero llamaron a mis padres, ¿o fue solo a mi madre? no sé, solo recuerdo a mi madre con los ojos llorosos y duros preguntándome ¿por qué lo has hecho? y yo no sabía que decir. Era muy consciente de que la había cagado pero bien y que esas muertes me iban a acompañar la vida entera. Pero mira, fue que no, lo olvidé por completo.

Al año siguiente nació David. Quedó claro que no habría más niñas en la familia y la única, o sea yo, pasé a 3º EGB y junto a otra compi que se convirtió en mi mejor y única amiga, pasamos a sentarnos en pupitres colocados detrás de la puerta y separadas de las demás niñas porque la nueva zo-rra era más creativa que la anterior. Nos dijo: "cuando os lo hagáis merecer, os sentaréis con las demás". Eso nunca pasó. Seguimos perdiendo lazos y con las uñas roñosas.

Nota: No dejes de leer esta entrada sobre Maria Monterroti  y el sistema educativo del maravilloso Profesor Pestalozzi. De regalo, te llevas un pudding de chocolate blanco requete fácil.

Ingredientes: (para un molde de 23cm)
  • 50gr. de almendra cruda molida
  • 160gr. de harina común
  • 75gr. de azúcar
  • 150gr. de mantequilla fría
  • una pizca de sal
  • 4-5 melocotones
  • 2 cdas. de azúcar morena
  • una pizca de canela
  • 200gr. de frambuesas
  • streusel: almendras laminadas, 1 cda. de azúcar morena y 1/3 de la masa 

Nota:
  • Si ves que la masa se queda muy dura, añade una cucharada de agua fría y si por el contrario está algo pegajosa, añade más de harina.

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC.
  2. Para la masa sablé: en un bol, pon la harina, las almendras molidas, el azúcar, una pizca de sal y la mantequilla fría en cubitos. Mezcla brevemente con las manos hasta ligar los ingredientes en una especie de migas. Puedes seguir amasando a mano, pero yo recurro a las varillas eléctricas para ir más rápido. Se amasa hasta que la masa queda suave.
  3. Engrasa el molde con un poco de mantequilla. Forra el molde con 2/3 de la masa.
  4. Pela los melocotones y los cortas en trocitos menudos. Mezcla la azúcar morena y la canela. Los añades al molde junto con las frambuesas.
  5. Al resto de la masa sablé, le añades la cda. de azúcar morena y haces con ella como migas con los dedos. Cubre el pastel con las migas y con las almendras.
  6. Hornea hasta que coja un bonito color dorado.

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