Bizcocho de calabacín y coco de nuevo

Un día como hoy del 2013 publiqué este mismo bizcocho, o casi, porque con el paso del tiempo le he hecho un par de modificaciones aunque en esencia, es el mismo bizcocho de calabacín y coco. En aquel, Lucas comenzaba la primaria. Ahora, mi chico terminará el Bachillerato y tendrá que hacer su examen de Matura, que es con el que se graduará y tendrá acceso a la universidad. Qué lejos se me antojan aquellos años y cuántas cosas han pasado en su vida. 

Leo aquella entrada, de aquel otro bizcocho de calabacín y coco y los recuerdos me inundan. Aquellos nervios, ese ansia que tenía por aprenderlo todo... recuerdo cuando aprendió a leer y caminaba por la calle flipando entendiendo por fin todas las señales y las calles; o en el supermercado, que se empapaba de todos los carteles y etiquetas. Ese momento tan especial -que yo el mío no recuerdo- cuando las palabras dan sentido a todo lo que te encuentras en el camino. Le recuerdo caminando dando saltitos, ese trotecillo infantil que siempre asociaré con la felicidad y que me dolió en el alma cuando, tanto él como su hermano, dejaron de hacerlo. ¿Por qué? ¿Por qué crecer es a veces tan frustrante?
Qué doloroso fue cuando le acosaron en el segundo curso. Qué bien, por cierto, lo manejó su tutora, su Frau Lehrerin, que lo primero que hizo fue pedirle disculpas por no haberlo evitado y aunque intentaron atar en corto a la pandilla de piezas a Lucas le quedó un poso que nunca ha terminado de reabsorber; su manera de relacionarse, siempre retraído y sin tomar iniciativas, atraía a los canallas infantiles y sobre todo a los que se mueven en pandillas cerradas que son el gran mal de la infancia porque generación tras generación cuánto daño han hecho y cuánto rechazo han generado. Le pasó también con el equipo de fútbol donde nunca le aceptaron y creo que eran tan desagradables con él esperando a que se fuera tal y como hicieron con otros muchos chicos. Él no se rindió. Pero los sufrió, vaya que sí.
Y así es como perdió... ¿la inocencia?... ¿qué es lo que pierden estos críos tan honestos y sensibles que no son capaces de entender la crueldad facilona, sin motivos, solo por aquello de humillar? No sé que es lo que perdió de golpe pero a cambio la vida le compensó con un sentido de la justicia brillante que sabe manejar desde muy chico con mano templada y sin vacilar. Él sabe aguantar en su propio pellejo pero no soporta ver la injusticia en los demás. Sabe defender a los suyos y se retuerce de cara cuando huele el acoso y el rechazo en los demás. 

Lucas es un muchacho que nunca ha cedido ante estos animalicos. Sabe encajar y sigue a lo suyo lo cual me enorgullece mucho pero no puedo evitar sentir una punzada de dolor. Le recuerdo constantemente que cuando se vaya a la universidad, conocerá a gente más adulta, sin tantas tontadas, los grupos de amigos serán más abiertos y la madurez de carácter, que ahora tanto echa de menos en su entorno, será lo habitual y no la excepción.
Es curioso, cuantas ganas por aprenderlo todo tenía entonces y ahora, estudia solo lo que necesita para cumplir, con buenas notas pero sin sobresalir porque no le apetece. No soporta el estrés del aprendizaje, las decisiones parciales de los profesores que les valoran a veces sin criterios definidos; suben notas a unos y bajan a otros de forma sesgada y toda esa basurilla por la que hemos pasado todos con más o menos docilidad. Se enfada a menudo con el mundo, con la política, con las guerras, con la gente que traga con todo, con... en fin, con todo eso que conlleva  la juventud. 

Pero echo de menos al niño feliz, los trotecillos al caminar, sus dibujos, sus ganas de comerse el mundo, en definitiva. Solo confío que este año se le haga liviano, que salga al mundo y no solo descubra que se lo puede comer sino que además, le apetezca comérselo a bocados. 


Ingredientes:
  • 175gr. de calabacín cortado en trocitos con su piel
  • 3 huevos
  • 175ml. de leche, Buttermilch o yogur
  • 120gr. de azúcar morena
  • 40gr. de sirope de arce o miel
  • vainilla molida o extracto de vainilla
  • 60ml. de aceite
  • 300gr. de harina (250 repostera y 50 integral)
  • un sobre polvos químicos (o dos cucharaditas)
  • 100gr. de coco rallado
  • una pizca de canela
  • cobertura: 100gr. de choco blanco y un chorrito de leche o nata.  Algo de coco rallado.

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 170-180ºC dependiendo del horno.
  2. En un bol, pon el calabacín sin pelar. si es muy grande, quítale las pepitas del centro para que solo tengamos carne y piel (evitamos que suelte mucha más agua). Lo puedes trocear con un procesador de cocina y si te es más cómodo, rállalo pero cuélalo para quitar el agua que suelta. Añade los huevos, el Buttermilch o yogur, azúcar, el sirope o la miel, el aceite y la vainilla. Lo bates (en el procesador o con la batidora eléctrica) hasta que este cremoso. 
  3. Añade ahora los ingredientes secos: las harinas, el coco rallado, los polvos químicos y la canela. Bate hasta que quede lo más liso posible.
  4. Engrasa un molde alargado o de rosca. Pasa la masa  y espolvorea unas cuantas lascas de coco. Hornea unos 45 minutos más o menos hasta que esté cuajado. 
  5. Derrite el chocolate blanco con un chorrito de leche o nata líquida. Lo remueves hasta que no queden grumos y lo pincelas sobre el bizcocho cuando esté frío o casi frío. Espolvorea coco rallado por encima y deja que enfríe por completo.

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2 comentarios

  1. Maite ya he podido leerte y ver a tu pequeño mellado…jaja qué bonito y ahora convertido en chico por lo que leo estupendo! La vida …recuerdos y sensaciones que aunque crezcan nunca olvidamos.
    Me gustan tus palabras! Y tu bizcocho también, una ricura, un beso

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    Respuestas
    1. Gracias Juna, sí que es un chico estupendo. Estoy muy orgullosa de mis chicos, mejores no podían haber sido :-) Un besazo

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