Zumo concentrado de grosellas

Un día como el de hoy pero de 1908, siendo éste un domingo precioso y soleado en Londres -aleluya-, una marcha de más de 250.00 personas, en su mayoría mujeres,  se daban cita en Hyde Park. Fue la mayor manifestación reclamando el derecho al voto femenino. La cosa venía de lejos; ya que en 1832 una tal Mary Smith solicitó en el parlamento británico que, puesto que pagaba los mismos impuestos y estaba sujeta a la ley como cualquier hombre, no era descabellado exigir su derecho a participar activamente en su elaboración. 

Se partieron de risa, claro. Ellos, convencidos de ser más listos, inteligentes y capacitados, tanto física como intelectualmente, de qué iban a tener que sufrir las tontunas de las mujeres en temas que les quedaban grandes. Bastante ya tenían con brear en casa. Ni hablar, señoras y si son tan amables, se me dispersan sin montar alboroto.

Pero el éxito de esta concentración cambió las cosas. Muchas más damas de cualquier condición, empezaron a empatizar con las sufragistas porque razón no les faltaba. Si se tomaran la molestia de instruir a las jóvenes, seguro que cualquier señorita con medio dedo de frente podría aportar tanto a más que cualquier varón. Y el movimiento sufragista, si bien se radicalizó en exceso, amplió sus estrategias de presión con huelgas de hambre, encadenamientos en sedes de gobierno, reales o parlamentarias. 

Y mientras más protestaban, mayor era el rencor y enojo de muchos señores que empezaban a sentir que se les estaba tocando en exceso la genitalia. Así que, cada vez con más frecuencia, las activistas venían sufriendo maltrato continuado, a veces solo vejatorio, otros físico y lamentablemente, constante abuso sexual ya que se entendía que estas piradas eran de la misma calaña que las prostitutas. Con frecuencia, y de mala gana, la policía debía proteger a estas mujeres de las pandillas organizadas de matones barriobajeros que cada vez que se enteraban de una concentración o discurso, allá que se iban a pasar la tarde abusando verbal y físicamente y como les daba la real gana porque alguien tenía que meter en cintura a éstas ácratas.
A las sufragistas, que hasta entonces se habían manifestado de forma pacífica, se les quemó a su vez el papo y cambiaron de estrategia optando por ir de malotas, rompiendo cristales y quemando más de una puerta. Una de sus líderes dijo: "Dado que debemos ir a la cárcel para obtener el voto, que sean las ventanas del Gobierno y no los cuerpos de las mujeres las que se rompan".

Y así es como se llegó al Viernes negro. Estamos en 1910. Unas trescientas mujeres se movilizan para pedir, una vez más, el voto en el parlamento. Se dividieron en varios grupos pequeños y se encaminaron con la intención de que el primer ministros las recibiera... vaya, no a todas, a alguna de ellas. Se tuvo la mala idea, de reclutar agentes de policía de los barrios de Whitechapel East End, tipos rudos y sin experiencia en enfrentarse a las manifestantes. 

La cosa se fue de madre: los matones de bajos fondos las esperaban y fueron agrediéndolas ante la mirada de los agentes que no solo no movieron ni un dedo, sino que se dejaron llevar por el jolgorio y se unieron a los linchamientos. Fueron golpeadas con saña, vejadas y muchas de ellas violadas públicamente como castigo. Y es que a la mayoría de los machotes, la violencia se la pone dura y siempre terminamos pagando nosotras. Por nuestro bien, eso sí.

En fin, todo este espectáculo se vivió rodeado de una sed de brutalidad indefinible. Algunas murieron posteriormente a causa de las secuelas de las descomunales palizas. Las detenciones, a su vez,  también fueron masivas. Todo Londres quedó en shock. Para evitar depurar responsabilidades de lo ocurrido,  Winston Churchill que era ministro del interior, liberó sin cargos a las manifestantes y vino a decir: señores, aquí paz y después gloria.

Y tuvo que venir una guerra mundial, tuvieron que ser las mujeres el sustento y soporte del país mientras sus hombres se mataban en las trincheras, para que el eco del sufragio se hiciera más fuerte. Reivindicación que aún tardo unos 8 años más en llegar, con un voto únicamente para las mayores de 30 años. Realmente, el universal, no llegó hasta la declaración aprobada por Naciones Unidas en 1948, reconociendo por fin, el sufragio femenino como derecho humano universal.

Y a día de hoy, existe un único país -dictaduras aparte- donde las mujeres no tienen voto. El Vaticano. Ahí queda.
Ingredientes:
  • 1 kilo de grosellas
  • 250gr. de azúcar blanca
  • 250gr. de azúcar morena
  • 250ml. de agua
  • 1 limón
  • opcional: 1/4 de una vaina de vainilla

Preparación:
  1. En una olla a fuego fuerte, pon todos los ingredientes y en cuanto rompa a hervir, baja a fuego medio y deja que cueza 10 minutos.
  2. Tapa y deja que macere unas seis horas (yo lo dejo toda la noche).
  3. Cuela el zumo, primero con un colador y después con un trapo limpio. Te aconsejo que sea blanco, ya que si lo lavas con legía y jabón inmediatamente después, quedará perfecto para se siguiente uso.
  4. Guárdalo en botellas o tarros limpios y mantenlo en un lugar fresco y oscuro.

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