Pastel de calabaza y naranja

Hace dos recetas, te contaba la filfa publicada en 1835 por el New York Sun donde se afirmaba que un astrónomo inglés había descubierto vida en la Luna a través de su telescopio. Así, a cara perro, había avistado unicornios y pájaros humanos viviendo tan plácidamente en la superficie lunar. Uno puede pensar, así sin contexto, que vaya naranjas tenían los del Sun pero -y no es por quitarle calabaza al asunto- hay que tener en cuenta que el siglo estaba siendo un poco de locura con la revolución industrial y los descubrimientos e inventos corrían tanto como la imaginación de nuestros antepasados.

Y es que los telescopios cada día enfocaban más en fino y eso hizo que mucha gente se viniera muy arriba con lo de la vida extraterrestre, inteligente o no, porque la evidencia científica no es que estuviera muy de moda. De hecho, científico y académico podía ser casi cualquiera.

Como Percival Lowell, astrónomo estadounidense que comenzó su andadura como aficionado al tema pero se enteró de alguna que otra cosita, se construyó un observatorio en Flagstaff, Arizona -imagino que el tipo tendría una pasta gansa- y dedicó su vida a alimentar la idea de la existencia de vida inteligente en Marte. Y como siempre, esto no se lo sacó de la chistera; el Mr. Lowell creía tener pruebas científicas que acreditaban irrefutablemente su teoría. 
Resulta que un tal Prieto A. Secchi, vio unas manchas a modo de líneas oscuras que surcaban la superficie del planeta rojo. Las llamó canali y especuló un poquillo con su procedencia. Luego vino otro italiano -Giovanni V. Schiaparelli- que también flipó lo suyo con las líneas marcianas y sus artículos tuvieron bastante repercusión internacional, hasta tal punto que sus artículos se tradujeron al inglés. Y aquí es cuando se lía parda porque el traductor, en vez de traducir los canali como channels -canales o surcos naturales- el tipo dijo que eran canals -canales, tubos o conductos artificiales- y a Mr. Lowell  le entró la fiebre marciana en las venas.

Se construyó el observatorio y se dedicó a ir dando detalles de esos complejos canales que trasportaban el agua del deshielo de los casquetes polares a las zonas más ecuatoriales del planeta. Y si esos canales existían, tenía que haber -por fuerza- una civilización requete inteligente detrás. Claro, los científicos no le hicieron ni caso, pero el tipo tuvo a bien escribir un par de libros sobre sus "descubrimientos" y la gente lo flipó en colores. Tanto, que contagió su fiebre extraterrestre entre el público y de aquí a los avistamientos OVNIS se necesitaron solo un par de telediarios.

Este señor, también se aventuró a predecir la existencia de un noveno planeta más allá de Neptuno, basada en su influencia gravitatoria sobre Urano pero en esta ocasión acertó de casualidad porque nada de lo que argumentó tenía base científica que lo justificara. Eso sí, Plutón fue descubierto desde el observatorio que él construyó. 

Y que ¿qué paso con los canali y los marcianos? Pues nada. Ya se sabe que solo eran sombras y para más inri las sondas Viking han dejado bien mascaito que no existe vida en Marte ni siquiera en estado elemental. 


Ingredientes:
  • 3 huevos
  • 150gr. de azúcar
  • 300gr. de calabaza
  • 1/4 de naranja con su cascara
  • el zumo de 2 naranjas
  • 1 chupito de ron o licor de naranja
  • 50ml. de aceite suave
  • 200gr. de harina
  • 50gr. de maicena
  • Polvos de hornear (yo he usado crémor tártaro)
  • Cobertura: 1/3 parte de yogur, 1/3 parte de queso crema y 1/3 parte de azúcar. Puedes ponerle un poco de vainilla y adornar con trozos de naranja confitada.

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 160-170ºC dependiendo del horno.
  2. Pon a licuar, el zumo, la calabaza y el trozo de naranja.
  3. Bate los huevos con el azúcar hasta que tengan la consistencia cremosa. añade después el aceite, el ron y el licuado de calabaza.
  4. Añade las harinas y los polvos de hornear. Hornea entre 40-45 min. dependiendo del tamaño del molde.
  5. Una vez enfriado, mezcla con las varillas los ingredientes de la cobertura.



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