Otra ensalada más de otoño
Conocí Venecia hace ya varios años y supongo que la tenía tan idealizada que la visita fue un desastre del ocho. La masificación a todos los niveles es terrible. Terrible. Tanto, que en un par de ocasiones después pasamos a muy pocos kilómetros y no tuvimos ninguna gana de volver.
Estábamos pasando una semana de vacaciones en su costa, en un hotel muy familiar y tranquilo en una localidad turística. El día estaba nublado y nos pareció que era la ocasión perfecta para pasear por la romántica Venecia. Según llegamos, la policía nos obligó a dejar el coche en un macro aparcamiento. 24 € de parking y daba igual si estábamos una hora o el día entero. Según salimos, nos topamos con un robot antibombas inspeccionando una furgoneta y un motón de artificieros agazapados. Así, sin detenernos el paso y sin desalojar la zona. Todo estaba plagado de turistas por todas partes: caminando, en terrazas o saliendo y entrando del parking. Quedé en shock. No hacía ni dos meses del atentado en Niza.
Intentar pasear por las calles era imposible. Éramos hileras e hileras de gente en ambas direcciones. Con o sin maletas, en grupos guiados o a nuestra bola. Era asqueroso participar de ese desfile de borregos con caras defraudadas y aburridas que solo se tornaban alegres o cariñosas a la hora de alzar el móvil para hacer un selfie. 100€ el viaje en góndola que no salía hasta que la barquita se llenaba de otros turistas. Los canales apestaban -por el calor, decían- y cuando te cruzabas con un lugareño su cara de asco y agobio era un verdadero poema. Encontrar un sitio donde comer fue tarea imposible -por el aforo y por el dineral destroza economías- y para cuando llegamos a la plaza de San Marcos nuestro peque estaba cansadísimo.
Mientras nos intentábamos orientar -la plaza abarrotada de terrazas vacías y en el espacio libre plagada de la marabunta humana- Lucas se sentó en un bordillito. No pasaron ni 15 segundos cuando se presenta un operario municipal y nos dice que está prohibido sentarse en los bordillos. Hambrientos, sedientos, con ganas de hacer pis y con un cabreo mayúsculo miramos la forma de salir de ese enjambre. Regresamos como buenamente pudimos al parking -ya sin artificieros- y pusimos rumbo a nuestro hotel en Lignano donde llegamos a tiempo para que Lucas se diera unos baños con los amiguitos que había hecho.
han pasado ya unos añetes pero leo que las cosas no mejoran. Los lugareños parece que sufren el síndrome de Venecia y nosotros, los turistas, el síndrome de París. Y entre síndrome y síndrome me quedé con ese mal sabor de boca que dejan los sueños rotos.
Ingredientes:
- Media col morada (lombarda) pequeña
- Media lechuga iceberg pequeña
- 2 zanahorias
- 1 manzana
- Cramberries o pasas
- Nueces pecanas o las que más te gusten
- Aliño: aceite, vinagre bianco y de Jerez, una pizca de miel, 1 cdta. de mostaza, sal de hierbas y pimienta a tu gusto
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