Crema de garbanzos y puerro
Nilanjana Roy es una escritora y periodista que hace unos años publicó un artículo en la prensa neoyorquina donde reflexionaba sobre la locura tramposa y retorcida en la que las personas laboralmente activas estamos enredados. Hemos crecido en una sociedad que profesionalmente nos ha quitado más de lo que nos ha aportado. A muchos a penas para pagar facturas. Muchas horas, más allá del horario laboral establecido y ninguna de esas se pagan, se acuerda que ya te las cogerás para compensar y la realidad es que las necesidades impiden que te puedas juntar días para unas vacaciones extras. No, no, cógete algunas mañanas, me decían a mí; el día entero no que no hay quien se encargue de lo tuyo. Y he vivido, como tantos, dejándome la vida en un trabajo mal pagado, dando mucho y con una categoría laboral en mi contrato inferior a mis funciones; y ojo, contenta porque una mujer con cargas familiares nunca lo ha tenido fácil.
En cualquier caso, la premisa, la meta, siempre ha sido la de triunfar; pelear por un puestazo, una super casa, un par de super coches, super de todo y quien no lo logra es un perdedor, un flojo. Porque desde chiquitos nos repitieron que podíamos llegar a ser y conseguir aquello que nos propusiéramos. Y ha resultado que no, que nos han mentido en todo. Lo único que hemos conseguido es vivir por encima de nuestras posibilidades, endeudados hasta las orejas e hipotecando nuestro tiempo, nuestros mejores años en producir para que los hombres grises -esos de los que habla Michael Ende en Momo- se hayan forrado a nuestra costa sin devolvernos nada a cambio. Restructuraciones, perdidas de empleo, reducciones salariales... hemos ido menguando en muchos casos, o en todos, porque el precio de aspirar a un buen empleo ha hecho que le dedicáramos poco tiempo a nuestros hijos, a nuestros mayores, a nosotros mismos.
Nilanjana Roy acuñó el termino de los millonarios de tiempo, tipos y tipas que van por la vida sin ambición para unos, unos getas para otros, vagos o perdedores o pirados; pero es gente que ha salido del sistema gris de producir a destajo. Trabajan lo justo para poder vivir y viven para disfrutar de lo realmente importante, del mundo de cada uno. Ahora, desde el primer encierro Covid, parece que mucha más gente se ha sumado a esta filosofía. Gente que en la cuarentena se ha dado cuenta que después de todo, no necesitamos tanto para ser felices, que tal vez, ya lo tenemos todo menos tiempo para los nuestros, para nosotros mismos. Somos más conscientes de nuestra suerte y por fin miramos a los que no son tan afortunados con cierta empatía, con más comprensión. Y lo más importante; sabemos valorar el esfuerzo tan grande que hay que hacer para salir de los baches, de los despidos, de las facturas impagadas. Quizás sabemos ahora, que entre todos, debemos bajar el listón para que nadie se deje la vida en infra-trabajos, dando siempre lo mejor para hacer unos méritos que nadie reconoce y que ya habrá alguien por encima de ti que se los adueñará sin pestañear. No merece la pena sacrificar tanto por presumir de coche de alta gama. Y oye, después de todo, a nadie nos va a enterrar con la plata del salón en el hoyo.
Ingredientes para 4 raciones:
- 1 bote de garbanzos cocidos
- 1 puerro
- 1 diente de ajo
- Un poco de aceite de oliva
- 1 litro de caldo de pollo
- un trocito de pan viejo
- romero fresco y unos picatostes a la hora de servir
Preparación:
- En una cacerola, rehoga brevemente el puerro y el diente de ajo con un poquito de aceite de oliva. Añade los garbanzos, el caldo y un poquito de pan viejo (servirá para darle consistencia a la crema).
- Pasados 20 minutos, tritura la crema hasta que tenga una consistencia suave y cremosa.
- Sirve con un poquito de romero fresco y unos picatostes (les puse un poco de pimentón después de freírlos)
Oye, qué pintaza, ahora mismo me lo anoto en mi libretita de recetas.
ResponderEliminarHola Ses, cómo estás! pues sí, muy fácil y muy rico :-) un besazo
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