Pastel de ruibarbo y frambuesa con chocolate blanco
Hay un señor mega rico que sabe mucho de google -porque entre otras cosas lo creó él- que dice que solo una de cada diez fotos tomadas son vistas más de dos veces pasado un año. Es decir, que nos importan un comino; o se nos olvidan; o estamos tan centrados en retratar el ahora que no sacamos ratos para rememorar los buenos momentos vividos; o no sé. Esto lo ha llamado "the limbo of memories", fotos a la sombra en nuestros recuerdos a modo de trozos de vida que solo son útiles ese preciso instante en que las posteamos en espera de likes y más seguidores.
Porque de forma alarmante, cada vez esto es más común. Si bien aún existe gente como mi suegra, que hace mil fotos constantemente para luego guardarlas en memory cards por los siglos de los siglos, la tendencia es compartir nuestras cosas en redes tipo Instagram donde hacemos públicos nuestros momentos que, tan pronto como son publicados, pasan al olvido dejando sitio al siguiente instante de nuestra vida que busca más el impacto en los seguidores que el disfrute de quién lo vive.
Sí. En estas estamos. La felicidad, si la hubo, pasa al limbo instantáneamente despersonalizando irremediablemente las experiencias y las vivencias que nos hacen únicos en el mundo. A cambio, nos aferramos a patrones de imitación intentando estar a la altura de los micro-influencers que triunfan en redes y nos olvidamos de ser nosotros mismos.
A un tuitero le leí que el 83% de los jóvenes en Instagram dice sentir cierta ansiedad antes las stories de los demás -vaya, que da agobio el postureo ajeno- y que sus usos van más centrados en publicar lo suyo que en mirar lo demás. Pero para que no se note, se hacen rondas rápidas de likes a seguidores para quedar bien y así forzar a que te devuelvan el clic al corazoncito, y a lo tonto, nos volvemos adictos al like hueco, insensible y narcisista.
Sí. En estas estamos. La felicidad, si la hubo, pasa al limbo instantáneamente despersonalizando irremediablemente las experiencias y las vivencias que nos hacen únicos en el mundo. A cambio, nos aferramos a patrones de imitación intentando estar a la altura de los micro-influencers que triunfan en redes y nos olvidamos de ser nosotros mismos.
A un tuitero le leí que el 83% de los jóvenes en Instagram dice sentir cierta ansiedad antes las stories de los demás -vaya, que da agobio el postureo ajeno- y que sus usos van más centrados en publicar lo suyo que en mirar lo demás. Pero para que no se note, se hacen rondas rápidas de likes a seguidores para quedar bien y así forzar a que te devuelvan el clic al corazoncito, y a lo tonto, nos volvemos adictos al like hueco, insensible y narcisista.
Así estamos. Las consecuencias están aún por ver. Nos encontramos ante la idea de felicidad más triste y vacía de la historia. Hemos marquetizado la bondad, desdibujado el amor, falsificado nuestras relaciones y dejamos al aire nuestra autoestima que se cimenta por el número de seguidores y de likes.
Es por esto, que Instagram no termina de cuajarme. Lo intento pero me despego cada dos por tres. Lo uso a mi aire. No, mejor dicho, lo uso para airear las publicaciones del blog, mi faro personal donde llevo tanta vida guardada, donde me he refugiado en los buenos y los malos tiempos. Donde siento tan cerca a mis hijos y mi mundo. Tú ves recetas e historias; pero yo veo la manita del pequeño siempre robando lo que pilla; o a Gü respirándome en la nuca al acecho de hincarle el diente; o a mi mayor, alimentando la esperanza de que, cuando por fin vuelva a casa, le tengo que hacer todas estas cosas ricas :-) Y mira, sin likes y tan contenta.
Este pastel lo he hecho con ruibarbo y con frambuesas, pero funciona con cualquier otra fruta que te guste: manzanas, moras, albaricoques, peras... a tu aire.
Ingredientes:
- 3 huevos
- 140gr. de azúcar
- vainilla
- 100gr. de mantequilla
- 80ml. de buttermilch (o yogur natural mezclado con agua)
- 150gr. chocolate blanco
- 250gr. de harina
- 50gr. de almendra molida
- 1 cdta. de polvos de hornear
- Fruta: ruibarbo y frambuesas o lo que más te guste
Preparación:
- Precalienta el horno a 180ºC.
- Derrite la mantequilla y el chocolate blanco. Espera a que temple un poco pero que esté muy cremoso. Añades los huevos, el azúcar, la vainilla y buttermilch, batiendo hasta que está bien ligado. Añade la harina y los polvos de hornear.
- Pasa la masa a un molde de unos 30cm de base. Pon las frutas troceadas por encima y hornea hasta que tenga un bonito color dorado por encima. Sirve en frío.
Hola Matt
ResponderEliminarQué maravilla de pastel me encanta, lo malo que el ruibarbo aquí no lo encuentro, aunque igual con otra fruta, me parece fácil y rico tiene que estar mucho.
Los jóvenes están fatal con lo de los lides se vuelven locos y eso los lleva al precipicio, aunque no a todos los podemos meter en el mismo saco afortunadamente.Últimamente veo más gente idiota que nunca y perdona por expresarme así pero es lo que siento, y también mucho joven agresivo, es que es para fiar con cosas que hacen y que dicen y errores tenemos todos y yo la primera, pero es que ahora hasta los profes le tienen respeto. Mi hija esta dando clases en un instituto y llamo a la madre de un niñato para informarle de que su hijo había suspendido muchas asignaturas, siendo un chaval de aprobarlo todo, la madre coeficiente el teléfono después de llamarla muchas veces y le dice, que por favor no la llamara más veces que la estaba molestando, y luego son las primeras que llegan al instituto a final de curso a protestar a ver porque has suspendido al chaval. Te juro Matt que ese trabajo para mi no sirve, porque al ser peor los papas que los chavales todo el esfuerzo de los profes se va al garete, aunque es lo que hay y lo cose o lo dejas, triste pero tal cual....Besss