La tortilla dulce de la mami

Cuentan algunas lenguas que este postre se preparaba en los madriles para lunes de pascua pero en mi casa, mi madre lo hacía siempre que se juntaba pan duro cosa que no era fácil. Nos metíamos entre pecho y espada cinco pistolas -barras de pan, nada de revólveres- y entre bocadillos y mojar salseos las cinco caían sin llegar al desayuno, que debíamos tirar de galletas María y de tostadas inglesas -pan Bimbo tostado de toda la vida-. Nos llamaba tragaldabas y cuando se cansaba de repetirlo cambiaba de vocablo y nos etiquetaba de carpantas. 

Y es que en las familias numerosas siempre han existido ciertos códigos de supervivencia que costaban de entender a los vástagos únicos. Por ejemplo, los que comíamos lento, era importante garantizar que los tragones -éstos jalaban sin masticar- no nos iban a robar las croquetas, las empanadillas, los pasteles o las rosquillas, gullerías que como te puedes imaginar se contaban y se repartían con absoluta ecuanimidad o se liaba parda... decía, pues que para evitar hurtos del vecino de mesa, chupábamos y requetechuperreteábamos los manjares del plato a modo de repelente de buitres porque eso de compartir babas con un hermano de sangre daba mucho repelús. Otra cosa era con los amigos del alma que con esos hacíamos menos ascos a la hora de compartir un vaso de coca-cola, o posteriormente con los años, la litrona de turno.
Pero comiéramos lento o sin masticar, todos éramos unos carpantas crónicos aunque la naturaleza de algunos fuera más tirando a comique y es que la vidilla que da el saber que bocado que te zampas es bocado que tu vecino pierde... ¡Ah! qué encanto tenía eso. Retorcido, sí, pero daba mucho gusto porque eran pequeñas venganzas de cuando tú le suplicabas a tu hermanito del alma por una croqueta y el muy canalla, con la boca llena de tropezones, te decía que nones, que ni hablar del peluquín, porque uno debe reventar antes que saciar el ansia del vecino zampatortas.

Así que no creo que te cueste compadecerte de nuestra pobre madre que tenía que cocinar para cinco tragantones en el mejor de los casos, porque éramos muy de ir invitando a cualquier amiguete que nos cruzáramos por el camino. En fin, eran otros tiempos. Hoy echas un par de raciones más al cocido y rompes el presupuesto semanal. Cuando éramos chicos debíamos heredar ropa y juguetes,  se sacaban dobladillos, se cosían coderas y los caprichos se concedían con cuentagotas pero comida para alimentar un regimiento nunca faltó.

Y cuando mi madre se ponía con la operación tortilla dulce, se encerraba en la cocina e iba sacando las tortillas una a una, y antes de que estuviera la siguiente ya había crisis mundial por si uno había cogido dos trozos más grades o más bonitos o vete tú a saber qué. Y por supuesto, todas las peloteras se ejecutaban a dos carrillos. Eso de que oveja que bala, bocado que pierde en nuestra casa no se daba. Éramos especialistas en montar los pollos con la boca llena :-) Va por ti, mami.

PD: Por algún motivo, esta entrada llevaba varios años a medio hacer. Las fotos no me convencían pero tampoco me animaba a refotografiar la tortilla porque en el fondo me decía "boba, que no están tan mal" pero por algún retorcido motivo no me lancé a publicar. Inexplicable. La versión de la tortilla dulce de la mami con manzana la publiqué hace mil años, de las primeras recetas de blog. Y mira si hace, que todavía no me había aflojado la tecla y las recetas no contaban cosas. 
Ingredientes (2 tortillas de entre 20-22cm):
  • 125gr. de pan viejo cortado en daditos
  • 200ml. de leche (para empezar. El pan puede absorba más)
  • 4 cdas. de azúcar
  • 4 huevos
  • ralladura de limón o de naranja
  • una pizca de canela
  • un poco de aceite para la sartén

Preparación:
  1. Templa la leche y disuelve en ella el azúcar, la ralladura y la canela. Pon el pan en un bol, añade la leche y deja que repose unos 10 minutos. Después añade los huevos bien batidos. 
  2. Pon a calentar una sartén antiadherente con un poquito de aceite y cuaja las tortillas. Tienen que quedar finitas para que cuajen bien primero con la sartén caliente y después bajando el fuego a moderado lento. 
  3. Le das la vuelta con ayuda de un plato y misma operación. Sirve templada o fría con un poco de azúcar por encima (glas o granulada a tu gusto)

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