Rollos de ruibarbo

Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupadas negándolos
Hace algún tiempo -ni mucho ni poco pero bastante- había un doctor suizo que se dedicó, en lugar de estudiar estómagos, huesos o dientes, a explorar la cabecita humana de aquellos que por unas cosas o por otras, las tenían descolocadas... o eso se creía. Este caballero, fue discípulo del austriaco Freud pero se cansó de tanto rollo con la madre y decidió tirar un poco más a su bola. En esas estaba, cuando se le metió entre ceja y ceja dejar por escrito esos temillas que tanto repetía a sus colegas, discípulos y pacientes porque si uno insiste en exceso, por todos es sabido que el riego a rallarse es realmente importante. Y peligroso. A ver quién quiere un terapeuta obsesionado con sus propios asuntos. Casi que no.

En aquella época, escribir lo que uno sabía para ilustrar al público, estaba super bien visto. Hoy, o te pagas unas masterclasses o vas de culete. Pero eran otros tiempos. Nos dejó dicho, que en la mente humana coexisten cuatro funciones que todos tenemos de serie:  pensar, sentir, intuir y percibir. Si uno se pasa con alguna, pues etiqueta al canto. Véase por ejemplo, un impulsivo que es víctima de su exceso al intuir cosillas cuando habría de pensarlas un par de veces antes de actuar. Hasta aquí, todo claro. El problema es que las personas somos de todo menos sencillas, así que el buen doctor se vio en la necesidad de ampliar el repertorio y empezó a definir los tipos de personalidad combinando las funciones de serie con nuestra condición de introvertidos o extravertidos según el caso, y le salieron ocho tipos de personalidad que en su momento triunfaron en psiquiatría. 
Pero claro, la vida sigue y el hombre, que no paraba de sacar conclusiones y aunque insistía que con ocho personalidades está la humanidad bien servida, se da cuenta que además seguimos patrones de conducta, es decir, hacemos cosillas simpatizando o copiando o imitando o lo que sea menester que hagamos reproduciendo ciertos rolles de conducta con los que nos identificamos. A él le salieron 12 grupis que llamó arquetipos de la personalidad: el inocente, el héroe, el tipo normal, el protector, el creador, el explorador, el forajido, el amante, el mago, el gobernante, el bufón y el sabio.  

Llegados a este punto, sus discípulos empezaron a sudar la gota gorda porque todo apuntaba a que psicoanalizar no iba a ser nada sencillo. Para colmo, les remató al explicarles que la personalidad y los arquetipos valían de poco si no se tenía en cuenta que las personas vivimos muy marcadas por nuestra parte inconsciente que tampoco es moco de pavo porque tenemos inconsciente particular, el personal de cada cual, y luego el colectivo, esa herencia o memoria que nos viene vete tú a saber por donde pero que cuando la mente se nos tuerce, la colectiva nos manda a la calle de la amargura con sus tabús, reglas, conformismos sociales y toda la pesca.
Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la gente prefiere juzgar.
He entrado en la Wiki, para saber más sobre Carl Gustav Jung y he flipado con la de cosas que le dio tiempo a hacer a este hombre. Fue hasta espía, no te digo más. Anti nazi declarado que describe a Hitler como "un hombre realmente sin representación política sino mágica, una especie de brujo o chamán, en sí mismo insignificante, pero que refleja y vocifera el inconsciente de los alemanes".

 Lo que no he logrado averiguar, es si el Doctor Jung sabía que el estómago es el segundo cerebro y que muchos de nuestros rollos se mastican entre jugos gástricos. Cuando la mente se nos tuerce, el estómago puede tomar el control de nuestros rollos que si son de ruibarbo, mejor que mejor. Estos, aunque los publico ahora, son de la primavera pasada porque yo también tengo mis embrollos personales y colectivos y entre unas cosas y otras, estos enrollados se quedaron en el borrador. Bueno, subsanada queda semejante ofensa.
El conocimiento descansa no solo sobre la verdad sino también sobre el error.


(La recta la encontré aquí)
Ingredientes para la masa:
  • 25 gr. de levadura
  • 200 ml. leche tibia
  • 1 huevo
  • 2 cdas. azúcar
  • 100 gr. mantequilla blanda
  • 500 gr. harina de trigo

Ingredientes para el relleno:
  • 2-3 tallos de ruibarbo
  • una nuez de mantequilla
  • 4 cdas. de mermelada de fresas o frambuesas

Para la cobertura:
  • 150 gr. de queso de untar tipo Philadelphia
  • 75gr. de azúcar glas
  • Unas gotas de vainilla

  • 1 huevo para pincelar antes de hornear
  • Para decorar, frambuesas deshidratadas y molidas

Preparación:
  1. Disuelve la levadura en la leche tibia. Agrega el huevo, el azúcar, la mantequilla blanda y la harina de trigo y mézclalo todo bien hasta tener una masa suave y tersa. Queja que repose 1 hora y media hasta que doble su tamaño (la masa debe estar cubierta en un bol con tapa o film de plástico para que no se seque).
  2. Corta el ruibarbo en trocitos una vez que le hayas quitado las hebras. Saltéalo en la sartén con una nuez de mantequilla y añade la mermelada. Deja que enfríe.
  3. Estira la masa  sobre la encimera formando un cuadrado de aprox. 1 cm. de grosor. Extiende la compota de ruibarbo uniformemente sobre la masa y enrolla la masa en una salchicha. Córtala en rodajas de 2 cm. más o menos.
  4. Coloca los caracoles en la bandeja del horno con papel de hornear, a una buena distancia para que puedan subir más. Yo opté por colocarlas en un molde rectangular para que levaran más gorditas. Deja reposar 30 min.
  5. Calienta el horno a 180ºC. Pincela con huevo batido y hornea entre 20-30 minutos hasta que se doren.
  6. Mientras se enfrían, mezcla el azúcar glas, la vainilla y el queso crema hasta tener una crema muy suave. Cubrir las caracolas y espolvorear con los copos de frambuesa seca.

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2 comentarios

  1. No conozco a ese tal Doctor Jung, afortunadamente por lo que veo, pero me encantaría que me dieras una master classe sobre él, porque lo que has dicho que me ha encantado y me ha faltado.
    Y por supuesto estos rollos que están de muerte lenta, pero de placer para el paladar.
    Bss

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