Dip de queso y salami
Mi padre decía que contra más viejo se hacía, más se convencía de lo poco que sabía de la vida y que ese sentimiento le producía cierto temor. Pero así era él, miedica a rabiar. En cuanto la rutina se salía de su cauce natural tendía al cruce de cables, demostrando una incapacidad casi infantil de improvisar y parchear los rotos cotidianos. Y eso que era un manitas como pocos, echa'o pa'lante como él solo y cuando había que arreglar aparatos o darle al bricolaje era un chollo tenerle cerca. Mi madre en cambio, pasiva ante lo diario, capaz de ahogarse ante la factura del agua o perder la conexión frente al contrato de la telefónica, demostraba tener un talento innato en las crisis, cuando acaecían las desgracias o las enfermedades. Lamentablemente, les tocó vivir el trago más gordo por los que unos padres pueden pasar y es la pérdida de uno de sus hijos...
Juanpe ingresó la primera vez apenas unos meses después de que a Luisfer le dieran el alta en oncología. De nuevo la pesadilla. Cómo es posible. Ni un respiro. La suerte de Luis no la tuvo Juan. Eran otras circunstancias, más crueles y emocionalmente más sangrantes. Pasamos un año y pico de pesadilla, peleando contra el sistema y encajando con amargura la reacción de los de cerca ante el hecho que el sarcoma de Juanpe era el del SIDA, el que portaban los homosexuales. Le sacaron a golpes de un armario que él había decidido no salir y pasó de la noche a la mañana de ser el niño ideal al maricón desviado. No solo pasó a la marginación social sino que se enfrentó a la terapéutica en un momento en el que los hospitales no tenían ningún protocolo para estos enfermos. Se les arrinconaba en un ala del hospital y se les dejaba a su suerte. Vi a un par de críos de veintipocos morirse esperando a que los cirujanos consiguieran montar un equipo de quirófano porque solo eran atendidos por personal voluntario. Y aunque escaso, ahí había siempre personal saturado a guardias porque al ser tan poquitos, no daban a vasto...
Recuerdo los dos oncólogos que lo trataron, un par de doctores jóvenes que estaban en rotación. Se saltaron reglas y normas por no abandonar a Juanpe a su suerte. Los familiares y acompañantes nos habíamos vuelto especialistas en abordar doctores en cualquier sitio. Ya nos conocíamos todos los pasillos y nos daba igual pillarlos en un box que en la cantina. A esas alturas de enfermedad, habíamos aprendido a rogar "no le abandonen" sin soltar la lágrima. Ya has aceptado todo. Ya has decidido que el dolor y los llantos los aparcas para después, para cuando todo acabe habrá tiempo -te dices-. Solo existe un objetivo. Evitar el dolor y mantener el ánimo. Después de la última transfusión que le hicieron, que fue de extranjis porque el jefe del servicio no la había aprobado, mi hermano disfrutó de una leve mejoría. Eso le animó mucho y le volvimos a ver sonreír. A uno de los doctores me lo crucé en el pasillo y con una sonrisa radiante sumada a un achuchón amago de abrazo -ya sabes lo efusiva que puedo llegar a ser- me deshice en mil agradecimientos. Completamente descolocado, me dijo: "Está muy grave, esto no cambia nada" y le contesté "lo sé. Y sí, cambia mucho, nada que ver"...
Cómo explicar que nosotros habíamos dejado de luchar contra la muerte. Que una noche de sueño era un logro. O una tarde sin dolor. Una sonrisa, una broma... eso, se convirtió en un milagro. Cómo explicar a un doctor que nuestro pánico era el abandono, la falta de cariño y de ternura. Esperanza de vida mientras quede un minuto. Éso es. Esperanza mirando a corto plazo. Cómo explicarle que lo patológico ya no cuenta y que muchos de sus gestos aunque estériles, curan el alma cuando el cuerpo ya no da de más. Es como la tirita que todos los pediatras llevan en la cartera para casos desesperados. Tiritas para el alma que jamás se olvidan. Ojalá a todos ellos, la vida les devuelva el bien que han hecho con su valentía y dedicación.
Cuando su luz se apagó, comenzó otro periplo para nosotros. La vida nos cambió drásticamente. Ya nada se ve igual. Él se agarró a vivir con uñas y dientes. Sufriendo mucho dolor y rechazo. Algo que se pelea tanto, es algo inmenso. No importa que entiendas la trascendencia de estar vivo, de hecho no hay que ver la muerte para aprender a vivir. No hay premios ni castigos divinos. La vida es lo que es y nos pone y nos quita atendiendo solo a su propio criterio. Solo hay dos decisiones en la vida que no podemos controlar: nacer y morir. El resto, ese milagro entre ambos acontecimientos, es competencia nuestra resolver cómo afrontarlo. Como en todos los juegos, hay reglas pero aquí estamos y de nosotros depende determinar las formas: ¿feliz o amargado? ¿qué decides? Mi familia, todos, apostamos por el amor y la alegría. Vidas cabezonas, cada cual con un pequeño big-bang dentro a punto de estallar. Tan peleones que perdemos muchas veces los papeles. Pero los volvemos a ordenar y de nuevo la pregunta del millón: ¿qué decides? Yo decido ser feliz. ¿ Y tú?
Tradicionalmente, en este blog, las cosas tristes han ido acompañadas de sopa, por aquello de diluir nudos en la garganta. Pero no, esta vez no porque a las tragedias hay que darles la vuelta. Este es un dip fresco, muy cargado de sabor y muy reparador. Sabe a alegría, genial para compartir en familia con muchas verduras y tostadas alrededor. Para que cada cual se lo unte a su aire, sin presión ninguna. Y hazme caso, jamás dejes de comer ante lo funesto. Es absurdo y flaco homenaje le haces a tu razón de ser: estar vivo. Y en especial, quiero hacer llegar mi admiración, a todos esos padres que han tenido que afrontar la pérdida de un hijo. Nada en el mundo más duro. Nada más valiente.
Ingredientes:
- 175gr. de queso de untar
- 1 quesito
- 75gr. de salami
- 1 cebolleta pequeña
- Albahaca fresca
Notas:
- Hice yo misma el queso. Hierve 1/4 de litro de nata con medio de leche (productos pasteurizados y la nata auténtica. Muchas natas son seudónimas). Apenas comience a hervir, se retira del fuego, se le añade 2 cucharadas de limón concentrado y lo dejas reposar unos 30 minutos. Si es más tiempo no pasa nada. Vuelves a llevarlo al fuego hasta que rompa de nuevo a hervir. Lo retiras y esperas a que enfríe por completo. Lo cuelas en un colador con una gasa encima para no perder nada del queso. Lo dejé en la nevera escurriendo un par de horas y este que ves fue el resultado. El suero no lo tires y úsalo para hacer panes o bizcochos.
Preparación:
- Tritura todos los ingredientes juntos o bien en un procesador de alimentos o con la minipimer. Listo para servir y comer.
Oh Mai, que triste, que impotencia, que fuerte sos, admirable. Te quiero!
ResponderEliminarLa receta deliciosa y vos insuperable.
Besitos
Gracias Vicky! y bienvenida que ya he visto en FB que regresaste al viejo continente. Tienes mucho que contarme :-) un besazo
EliminarPor como describes a tus padres se compenetraban muy bien ya que donde uno tenía su punto débil era el punto fuerte del otro, siento mucho lo que pasaseteis con Juan, sin duda lo peor para un padre o madre es perder a un hij@, además de que me parece increible como se trató todo esto, menos mal de médicos de vocación que pusieron por delante el paciente en este caso a Juan y aunque no se pudiera hacer nada que evitara ya el fatídico desenlace comprendo lo que dices de que fue un gran cambio ya que pasó una noche o unas horas mejor, ahora voy la receta me parece un dip con una pinta deliciosa encima con queso hecho por ti, fabuloso se que tiene que ser todo un vicio dipear con él,besos
ResponderEliminarBuenos días Noe, no siempre los polos opuestos se atraen. Imagino que esa compenetración fue lo que les unió pero con el paso de los años su relación se echó a perder. Justo cuando Juanpe murió se separaron. Fue lo mejor porque no había armonía entre ellos y son momentos muy duros donde hace falta mucho cariño y no encontronazos y frialdad. Cada uno tiró como pudo pero estoy muy orgullosa de como ambos retomaron el camino en busca de la felicidad. Difícil para ellos que eran de una generación que se les educó para ser políticamente correctos pero no para amarse a sí mismos. Y lograron reciclarse. Bravo por ellos.
EliminarEste dip ni te imaginas que bien protagoniza una cena fría, fresca y alegre :-) un besazo Noe!
Hola Maite bonica! Menudo escaparate tienes aquí ! Vaya blog chulo tienes, cuando tas cosas ricas y que bien presentadas! 😍😍 no se cómo no te he descubierto antes 😉 aquí me quedo para no perderme nada de lo que hagas y en g+ ale fichadisima 💋 besazos
ResponderEliminarBuenos días Ruth! pues eso me pasó ayer que me quedé con la misma copla en la cabeza: no sé cómo no te he descubierto antes :-) el feliz momento ha sido a través del bocadillo cubano de Diana, leí tu comentario y me entró la curiosidad, no sé algo en el calor de tus palabras me impulsó a hacer clic :-) Un besazo gordo!
EliminarHola Maite, hace muuucho tiempo que sigo tu blog pero no soy de las personas que deja comentarios y, en el caso de tu blog, siempre pienso que no sabré transmitir lo que despiertan en mí, tus posts. A parte de las recetas, todas fantásticas y sugerentes, tus textos son punto y aparte. Escribes muy bien, sabes transmitir sentimientos, sensaciones, momentos.... Entrar en tu blog es mágico, es algo que se espera como un regalo. Qué nos contará hoy? Sea lo que sea, está bien contado. Hoy, cuándo he leído esta entrada, he pensado que tenía que ser mi primera vez, mi primer comentario. No he perdido a un hijo, espero no tener que sentir nunca algo semejante pero sí que la muerte se ha presentado en mi familia para llevarse a hijos de hermanos y cuñados, ni por asomo sé lo que habrán sentido pero sí he vivido este dolor de cerca, muy cerca. Gracias por regalarnos tu maestría al escribir, tu maestría al cocinar y tu maestría al ser persona capaz de transmitir tantos sentimientos.
ResponderEliminarSílvia.
Mi querida Sílvia, aún no son las nueve de la mañana y ya llevo encima una montaña de sentimientos tan fantásticos que no puedo evitar sentir una sensación de gratitud inmensa. Gracias. Mil gracias por romper el candado tú también. digo tú también porque mi hijo mayor me ha dicho que se siente muy orgulloso de mí por verme romper candados :-) y es que nada hay más terapéutico que dejar fluir los sentimientos cuando la atmósfera es sana y "nutritiva". Mi hijo también me ha dicho que le hago llorar pero que es un llanto energético. Sí, eso me está pasando porque sentir tus palabras -que se sienten tan auténticas y sinceras- me hace reafirmarme en la idea de lo importante que es vivir con los afectos a flor de piel. Porque dentro a veces queman y cuando salen nos hacen sentirnos queridos y acompañados. Gracias Sílvia por haberte decidido justo ahora, justo hoy y justo con esta receta: la receta del compromiso, de decidir yo soy y seré feliz. Por mí y por ellos.
ResponderEliminarUn abrazo de gigante. Para ti y para los tuyos que les deseo mucha fuerza y mucho "bin-bang" para salir del trago. Jamás se olvida pero hay que vivir con ello y hay que pelear que cada día sea un homenaje a lo vivido junto a los que se han ido. Gracias. Mil gracias.
Siento mucho lo que le paso a Juan, lo tuvisteis que pasar muy mal, al leerte nos has echo sentir la frustración y el dolor por el cual tuvisteis que pasar. Gracias por compartir un pedacito de tu vida con nosotros que nos hace ver las cosas de otra manera totalmente distinta a como la veíamos.
ResponderEliminarLa receta maravillosa como siempre
Un abrazo enorme
Un besazo guapa!
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